Por regla general, la producción de los prefabricados de hormigón se lleva a cabo bajo condiciones climáticas controladas en naves de producción cerradas. En comparación con la construccón convencional en la obra, estas permiten realizar un mejor control de los residuos, emisiones y niveles de ruido, así como del entorno laboral. Asimismo, el uso de nuevas tecnologías, como el hormigón autocompactante (HAC), puede contribuir a reducir notablemente las emisiones de ruido y las vibraciones durante el proceso de producción. El empleo de hormigón de altas prestaciones permite diseñar y fabricar estructuras extraordinariamente fiables y duraderas con una forma optimizada. El potencial de ahorro en el consumo de materiales de construcción y, en consecuencia, de materias primas naturales, es evidente. El impacto ambiental debido a la producción de prefabricados de hormigón se debe, esencialmente, a la producción de las materias primas necesarias para ello (especialmente la producción de cemento y de acero); y aunque es similar a la del resto de estructuras de hormigón, gracias al reducido consumo de materias primas, es menor que en el caso de la construcción con hormigón in situ. En la producción de prefabricados de hormigón, el impacto ambiental causado por las materias primas es un tercio que el del proceso de producción de los elementos. La inercia térmica de las materias primas es conocida tanto en zonas climáticas templadas, como también en las zonas frías. La mayoría de las personas conocen esa sensación agradable de entrar en un edificio de piedra relativamente fresco en un día de calor. Para construir estructuras de prefabricados de hormigón, utilizando esta característica se desarrollaron diferentes sistemas constructivos.